Con la consolidación de la cultura digital, hoy la comunicación, el tipo de contenidos y los espacios de interacción se vuelven cada vez más importantes para conectar con los públicos digitales. Silvia García Díaz, jefa de redacción de Cultura Inquieta, comparte aquí algunas de las claves en la creación de contenidos para emocionar y fortalecer el vínculo con las comunidades digitales.
Por Constanza Yévenes Biénzobas
El enfoque de Desarrollo de Públicos se caracteriza por ser un proceso estratégico y dinámico, que varía y se adapta según contextos y necesidades específicas de las comunidades, pero siempre con la misma finalidad: incrementar la participación cultural de las personas. Dentro de ese proceso, un elemento clave y permanente será la comunicación. Ya sea desde la relación interpersonal con los participantes, los espacios de escucha o la difusión de un proyecto, comunicar y propiciar el diálogo será vital para fortalecer el vínculo con los públicos.
Frente a la digitalización de la vida y la aparición de nuevas plataformas, los hábitos culturales y los modos de comunicarse de las personas se han transformado. Los nuevos públicos digitales que han surgido con este cambio, sin duda, han abierto diversas posibilidades para configurar y fortalecer comunidades culturales en los espacios virtuales. Henry Jenkins en Convergence Culture (2006) ya adelantaba este cambio de paradigma reconociendo la emergencia de nuevas comunidades que, principalmente relacionadas con los fans, las definió como afiliaciones voluntarias, cuyos lazos se reafirman en intereses intelectuales y emocionales comunes.
En una dimensión más amplia, pero con la emoción como motor central de su filosofía, la plataforma digital Cultura Inquieta ha logrado construir una comunidad de usuarios de más de seis millones de personas. Considerada como una de las iniciativas dedicada a la difusión de la cultura y las artes más importantes de España y Europa, junto a su sitio web destaca su activa presencia en las principales redes sociales (Instagram, Facebook, Twitter, Tiktok, Spotify, YouTube).
Crear, curar y compartir contenidos que provoquen y hagan sentido, es parte de la propuesta de Cultura Inquieta dirigida a sus “emocionables”, nombre con el que designan a los seguidores que dan forma a su comunidad digital. Para profundizar más en sus estrategias y la importancia de la comunicación, Silvia García Díaz, jefa de redacción de la plataforma, participará de la segunda edición de la Escuela de Gestión de Públicos y Comunidades Culturales con la conferencia “Contenido digital para emocionar y conectar con las audiencias”, que estará disponible en el aula virtual el 02 de agosto, desde las 9 horas. En tanto, el taller en línea se realizará el jueves 04 de agosto, a las 11.00 horas de Chile (GMT-4). Socióloga de formación, se ha especializado en la creación de contenidos por vocación y pasión. A continuación, adelanta algunas de las claves que Cultura Inquieta ha implementado para fortalecer su comunidad digital.
En un entorno digital con gran cantidad de oferta y flujo de información constante, ¿cómo hacer relevante el contenido y poder generar comunidad?
- Aunque no tenemos la fórmula secreta, intentamos ponernos en la piel de nuestra audiencia para percibir qué contenidos pueden aportar valor en forma de cultura, humor, emoción y/o entretenimiento.
Intentamos huir del dolor de la actualidad desde la honestidad que tiene la cultura. También, ponemos el foco en darle prioridad a los artistas y mantener un respeto máximo por los que crean belleza y por los que nos rendimos ante ella.
Las analíticas y métricas actualmente son fundamentales para conocer a las y los usuarios. ¿Qué estrategias específicas generan a partir de estos datos?
- A través de Google Analitycs monitorizamos el “corazón” de nuestra audiencia, sus latidos y necesidades a tiempo real. Analizamos el comportamiento, el flujo, las fuentes del tráfico, la procedencia de nuestros usuarios/usuarias… En base a estas observaciones, intentamos diseñar un programa de contenidos acorde a sus preferencias y a nuestros valores. Apostamos por categorías distintas para abordar y alimentar distintas sensibilidades.
Los inicios de Cultura Inquieta se remontan a quince años cuando surgen como un festival de música en Getafe, municipio ubicado en la zona sur de la Comunidad de Madrid. Como una forma de no abandonar a su público que asistía cada verano, pero que quedaba “huérfano” durante el año, deciden abrir su primera cuenta en Facebook y compartir desde ahí contenidos sobre arte. La comunidad de a poco comienza a crecer y fidelizarse hasta que las redes sociales llegan a transformarse en la principal carta de presentación de Cultura Inquieta.
Desde la creación de Cultura Inquieta como plataforma digital ¿qué cambios han visto en los hábitos e intereses de su comunidad cultural?
- Creemos que nuestra audiencia cada vez es más sabia y exigente. La infoxicación, el acceso infinito a un universo de contenidos y la posibilidad de ser todos y todas cocreadores de nuestra realidad, nos plantea un reto diario de seguir conectándonos con cada uno/una de ellos/ellas.
El mundo gira a un ritmo vertiginoso y somos conscientes de que, a veces, necesitamos volver a los lugares comunes, a esos bálsamos que nos otorgan la cultura y el arte. Por eso no dejamos de mostrar curiosidad por lo que ocurre en nuestro planeta pero siempre desde una cara B, desde una “esquinita” de esperanza en la que podamos respirar a golpe de belleza.
Con la pandemia hubo una aceleración digital en las instituciones culturales. ¿Cuál crees que fue la mayor transformación y cuáles serán los próximos desafíos que quedan por desarrollar en lo digital para conectar con las audiencias?
- Esa aceleración era muy necesaria para democratizar la cultura y hacerla mucho más accesible y es algo que nos ha salvado la vida cuando el mundo entero se paralizó, sobre todo, a la hora de comunicar sus programas (el de las instituciones culturales), conectar con las audiencias a través del mundo online y, así, tener más relevancia.
Créditos:
Foto principal: Cultura Inquieta / Fotografía de Oliver Rath